Historia de las Matemáticas |
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David Hilbert (1862– 1943) |
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Enero 1862, Königsberg (Prusia) – 14 Febrero 1943, Göttingen
(Alemania).
El nombre de Hilbert ocupa un lugar muy especial en el imaginario
colectivo de los matemáticos. Sin duda se trata del matemático
más famoso del siglo XX, a lo que contribuyeron de manera
muy especial su aportación a la configuración de los
métodos axiomáticos actuales, sus profundos resultados
en álgebra, teoría de números, geometría
y teoría de funciones, los celebérrimos “problemas
matemáticos” que dejó planteados en 1900, y
las venturas y desventuras de sus intentos de resolver la cuestión
de los fundamentos de la matemática. En el año de
su muerte, se le celebraba como aquel “a quien el mundo consideró
durante las últimas décadas como el más grande
matemático vivo”.
David Hilbert había nacido en Königsberg
(hoy Kaliningrado, Rusia), ciudad de la Prusia oriental situada
junto al Báltico. Su ciudad natal era célebre por
varias razones, entre ellas haber sido el hogar del famosísimo
filósofo Kant, haber dado lugar al problema de los siete
puentes que estudió Euler, y haber albergado una importante
escuela de físicos y matemáticos que crearon hacia
1830 Jacobi y Neumann. Hijo y nieto de jueces, Hilbert pasó
en su ciudad natal los primeros 33 años de vida, y dentro
de los estrechos límites de esa ciudad tuvo lugar su desarrollo
intelectual. Pero el alto nivel que habían alcanzado las
matemáticas en Alemania, unido a una afortunada coincidencia
con otros grandes matemáticos, permitieron que “los
largos años de seguridad en Königsberg” se convirtieran
en “un tiempo de maduración continua”.
En la Universidad, Hilbert tuvo la fortuna de asistir a las lecciones
de Heinrich Weber (1842–1913) sobre funciones elípticas,
teoría de números y teoría de invariantes.
Weber era un matemático polifacético, que también
realizó contribuciones a la física matemática,
y que había editado las obras de Riemann. Era además
amigo íntimo de Dedekind, con quien publicó en 1882
un célebre trabajo sobre curvas algebraicas, ofreciendo
una fundamentación al modo de la teoría de ideales
en cuerpos de números, que abría el camino hacia
la geometría algebraica del siglo XX. La influencia de
Weber, y a través de él la tradición de Gauss,
Riemann y Dedekind, sería decisiva
para Hilbert. Menos importante debió ser la influencia
de Lindemann, quien pese a ser el director de tesis de Hilbert,
y haber demostrado la trascendencia de ?, no era un matemático
de gran talla.
Pero lo que sí resultó decisivo fue la amistad con
Adolf Hurwitz (1859–1919) y Hermann Minkowski (1864–1909),
el primero llegado en 1884 como profesor asistente (Privatdozent),
el segundo aún estudiante como Hilbert pero en Bonn, si
bien, al haber nacido en Königsberg, pasaba allí las
vacaciones. Así nos lo cuenta:
Pronto, aunque
todavía era estudiante, me vi invitado por Hurwitz a
tratar con él de temas científicos, y tuve la
fortuna de llegar así a conocer en su presencia, de la
manera menos fatigosa y más interesante, los modos de
pensar de aquellas dos escuelas que se enfrentaban entonces
y que sin embargo se complementaban una a otra tan magníficamente:
la escuela geométrica de Klein y la escuela algebraico-analítica
de Berlín. Estas interacciones se hicieron más
estimulantes aún, dado que también el genial H.
Minkowski, de quien yo ya era amigo …, se unió
a nuestro círculo. En innumerables paseos, que por momentos
continuaban día tras día, tuvimos ocasión
a lo largo de ocho años de repasar todos los rincones
del saber matemático, y Hurwitz, con sus conocimientos
tan extensos y polifacéticos como firmes y bien ordenados,
nos servía siempre como guía.
Hurwitz había
estudiado en Berlín, logrando dominar no sólo los
métodos de Weierstrass, sino también las algo oscuras
ideas de Kronecker, pero sobre todo había sido discípulo
de Felix Klein, quien pretendía tomar el relevo de Riemann,
duramente criticado por los berlineses. Hay que notar que las
ideas de Riemann “no eran todavía, como hoy, bien
común, y su conocimiento implicaba en cierto modo situarse
en una clase superior de matemáticos”. El contraste
entre ambos estilos matemáticos enseñó a
Hilbert lecciones fundamentales para su futura carrera, si bien
él se comprometió siempre con el enfoque más
moderno y abstracto: el de Riemann, Dedekind y Cantor.
En 1886 Hilbert se convirtió en Privatdozent, dedicándose
a publicar en el campo de la teoría de invariantes. En
1892 fue nombrado profesor extraordinario como sucesor de Hurwitz
(ahora en Zurich), y el año siguiente obtuvo por fin el
puesto de Professor, equivalente a nuestro catedrático.
Pero sólo permanecería en su ciudad natal hasta
1895, momento clave en que Felix Klein logró que fuera
nombrado catedrático en la Universidad de Göttingen,
donde permanecería el resto de su vida. Por esta época
trabajaba sobre teoría de números algebraicos, campo
en el que probablemente realizó sus aportaciones más
profundas.
Como vemos, una ojeada superficial a la actividad matemática
de Hilbert en estos años clave, de 1886 hasta 1899, podría
dar la impresión de un investigador muy bueno, pero muy
especializado. Sería quizá difícil prever
lo que iba a venir, el ascenso de Hilbert a la cumbre del mundo
matemático y la convicción general de que fue uno
de los últimos matemáticos universales, que dominó
todos los campos de su disciplina. Pero los historiadores han
mostrado cómo ya en los años de Königsberg
había ido dando cursos sobre todos los campos de la matemática,
incluyendo la geometría y la teoría de funciones.
Su sólida formación generalista estaba bien avanzada,
y también su gran interés por los fundamentos. En
1890, Klein recibía uno de sus artículos sobre teoría
de invariantes con el comentario: “no tengo dudas de que
es el artículo más importante sobre álgebra
general que han publicado los Mathematische Annalen hasta la fecha”.
Y el mismo año, le describía en carta al poderosísimo
ministro prusiano de educación como la estrella ascendente
entre los jóvenes matemáticos alemanes. El hecho
de que, en 1893, la DMV [Deutsche Mathematiker Vereinigung] le
encargase a Hilbert –junto con el mundialmente reconocido
Minkowski– escribir un informe sobre la teoría de
números, es buena muestra del alto concepto que se tenía
de sus capacidades.
Teniendo en cuenta, pues, que la actividad de Hilbert iba más
allá de lo que muestran estrictamente sus publicaciones,
se puede sin embargo (al modo de Weyl) examinar sus contribuciones
escritas dividiéndolas en períodos. Hasta 1893,
trabajos sobre formas algebraicas y ante todo invariantes algebraicos;
de 1893 a 1899, teoría de números algebraicos, publicando
en 1897 el célebre Zahlbericht; entre 1899 y 1903,
trabajos sobre fundamentos de la geometría que marcaron
el estilo axiomático moderno; entre 1904 y 1912, diversos
problemas de análisis: el principio de Dirichlet, cálculo
de variaciones, ecuaciones integrales; de 1909 a 1916, problemas
de física teórica, incluyendo su concurrencia con
Einstein; y por fin, desde 1918, contribuciones a los fundamentos
de la matemática.
Las primeras contribuciones importantes de Hilbert fueron sobre
invariantes algebraicos. Hasta el momento Paul Gordan había
establecido, sobre una base algorítmica de complicados
cálculos, que existe una base finita para los invariantes
y covariantes de las formas binarias. En 1888 Hilbert abordó
la cuestión con un enfoque abstracto, conjuntista, estableciendo
teoremas de existencia generales a la manera de Dedekind.
Pronto logró resolver el caso general para formas de n
variables, estableciendo el teorema de la base finita. A la vista
de su demostración, Gordan le escribió a Klein que
ésta no satisfacía “los más ínfimos
requisitos que hacemos a una demostración matemática”.
Síntoma de la división profunda que separaba entonces
a los constructivistas, como decimos hoy, de los matemáticos
de tendencia moderna. Klein debió quedar muy impresionado
cuando Hilbert se negó a cambiar una coma en su artículo,
diciendo que a falta de una refutación concluyente, aquello
era “mi última palabra”.
Al resolver problemas centrales de la teoría de invariantes,
la obra de Hilbert contribuyó a que ésta perdiera
parte del atractivo y la importancia central que había
tenido. Él mismo nunca volvió al tema. Algo distinto
fue su efecto sobre la teoría de números algebraicos:
el encargo que le hizo la DMV dio lugar a un trabajo muy sistemático
y profundo, su Informe sobre la teoría de los números
algebraicos. Más bien se trataba de una impresionante sistematización
de los resultados previos de Dedekind
y Kronecker, aumentada por nuevos resultados, especialmente sobre
cuerpos de Galois. En artículos
publicados los años siguientes (1899, 1902), estas nuevas
ideas condujeron a los resultados más originales de Hilbert
en este campo, dando inicio a la teoría de cuerpos de clases.
El Zahlbericht se convirtió en la obra de referencia
para los especialistas por muchos años; tal como esperaba
Minkowski, relegó los trabajos de Dedekind y Kronecker
a un segundo plano. De todos modos, su exposición no era
tan moderna como la del primero, y en los años 1920, precisamente
en el Göttingen que lideraba Hilbert, Emmy Noether capitaneó
un movimiento de vuelta a Dedekind. Eso sí, la exposición
de Hilbert resultaba muy tersa y elegante para los matemáticos
de 1900, y sus métodos estaban cuidadosamente elegidos
tanto para resolver problemas particulares como para admitir generalizaciones.
Era la marca de la casa, de su muy especial estilo de trabajo.
A propósito de Noether, hay que
mencionar que Hilbert fue un hombre progresista, “singularmente
libre de prejuicios nacionales y raciales” como demostró
durante las Guerras, y avanzado en cuanto a la integración
de la mujer. Cuando su propuesta de habilitar a Emmy
Noether como Privatdozent tropezó con una
fuerte oposición, y algunos preguntaban cómo una
mujer iba a estar en las reuniones de Facultad, se dice que hizo
el célebre comentario: “Caballeros, la Facultad no
es ningún establecimiento de baños”.
En el Zahlbericht, Hilbert enfatizaba que la aritmética
había abierto caminos fundamentales en el campo del álgebra
y la teoría de funciones, para señalar –con
referencias a Dedekind, Weierstrass
y Cantor– que “en general, el desarrollo moderno de
la matemática pura ha sucedido ante todo bajo el signo
del número”. Y acto seguido hablaba también
de una “aritmetización de la geometría”,
orientada a un desarrollo puramente lógico del tema, a
estudiar esa rama de la matemática siguiendo el modelo
de la teoría de números en cuanto a rigor y compleción
en los fundamentos, y a la introducción directa del número
en la geometría. Puede verse aquí la promesa de
escribir los célebres Fundamentos de la geometría
(1899), que aparecieron con ocasión de una ceremonia en
Göttingen de homenaje a Gauss
La
obra de Hilbert sobre geometría se convirtió en
un modelo para el trabajo con sistemas axiomáticos informales
que iba a ser característico de la matemática del
siglo XX. Tampoco en este caso se trataba de una novedad absoluta:
Hilbert construía sobre las aportaciones previas acerca
de geometría proyectiva (von Staudt, Reye, Pasch, H.
Wiener, Schur), existían los trabajos de la escuela
italiana (Pieri, Veronese) que sin embargo no influyeron en él
demasiado, y además es importante tener en cuenta los modelos
propiamente aritméticos (especialmente Dedekind)
que influyen en su obra. Hilbert presentó un sistema de
axiomas que inmediatamente dejaba obsoleto a Euclides,
y aritmetizó la geometría por medio de los “cálculos
de segmentos” basados en los teoremas fundamentales de Pascal
y Desargues. Esto le abría el camino a toda una panoplia
de geometrías, incluyendo también geometrías
no arquimedianas.
Hilbert no sólo propuso la idea de que los axiomas admitían
interpretaciones múltiples, sino que desplegó su
habilidad matemática manejando un gran número de
modelos (muchos puramente aritméticos) que servían
para investigar propiedades del sistema de axiomas. En esta época,
le interesaban especialmente cuestiones acerca de la independencia
entre los axiomas, y los cuerpos teóricos que es posible
erigir sobre ciertos grupos de axiomas. Por estas razones su obra
serviría como un modelo esencial para la investigación
de fundamentos y la práctica axiomática en las décadas
siguientes.
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Página de los
Proceedings del ICM de Paris (1900) con la conferencia de
Hilbert sobre Problemas Matemáticos |
Otro hito fundamental,
y una de las razones del aura legendaria que ha tenido Hilbert,
fue su conferencia sobre “Problemas matemáticos”
en el Congreso Internacional de París, en 1900. Por cierto,
no era una conferencia plenaria, aunque con posterioridad haya
aparecido como el discurso más influyente de aquel congreso;
tampoco parece haber despertado entusiasmo de un modo inmediato.
Pero sin duda Hilbert fue muy ambicioso al afrontar el reto de
“levantar el velo tras el que se oculta el futuro”
de las matemáticas, y estuvo a la altura de la ocasión,
con lo que de paso logró influir en ese futuro. En París
sólo hubo tiempo para discutir 10 de sus veintitrés
problemas: la hipótesis del continuo de Cantor; la cuestión
de la consistencia para la aritmética de los reales; la
axiomatización de teorías físicas; varios
problemas de teoría de números, incluyendo la conjetura
de Riemann; una cuestión sobre curvas y superficies definidas
por ecuaciones polinómicas; las soluciones analíticas
de los problemas regulares en cálculo de variaciones; la
existencia de ecuaciones diferenciales ordinarias que correspondan
a grupos monodrómicos dados; y una cuestión de Poincaré
sobre la parametrización de curvas algebraicas por medio
de funciones automorfas.
Ahora bien, ya que hemos mencionado el mito Hilbert, conviene
analizarlo un poco, y nada mejor que citar a uno de sus discípulos
más aventajados, Hermann Weyl:
Hilbert imprimió
el sello de su espíritu sobre toda una era de las matemáticas.
Y sin embargo no creo que baste su investigación para explicar
el brillo que irradiaba de él, ni su tremenda influencia.
Gauss y Riemann, por mencionar otros dos
hombres de Göttingen, fueron matemáticos de más
talla que Hilbert, y sin embargo su impacto inmediato sobre sus
contemporáneos fue indudablemente menor. No hay duda de
que esto se debe en parte a las cambiantes condiciones de los
tiempos, pero probablemente fue más determinante el carácter
de estos hombres. Hilbert estaba lleno de entusiasmo por la vida,
por relacionarse con otra gente, y por disfrutar intercambiando
ideas científicas. Tenía su propia y libre manera
de aprender y enseñar … a través de conversaciones
… en largas caminatas a través de los bosques que
rodean Göttingen, o, en los días lluviosos, como peripatéticos,
en el paseo cubierto de su jardín. Su optimismo, su pasión
espiritual y su fe inquebrantable en el valor de la ciencia eran
irresistiblemente contagiosos.
Esta pasión
y ese optimismo se reflejan también en la florida retórica
de sus discursos, por ejemplo en el célebre “wir
müssen wissen, wir werden wissen” [debemos saber;
llegaremos a saber], o en sus referencias al “paraíso
de Cantor”, que de paso demonizaban a figuras como
Kronecker o Brouwer.
Pero también fue importante el tiempo y el lugar: la pequeña
pero poderosa universidad de Göttingen, sobre todo en los
“días de gloria” anteriores a 1914, con un
impresionante grupo de profesores entre los que descollaban Hilbert
y Minkowski, con numerosos discípulos de alto nivel y visitantes
extranjeros, todo ello orquestado por ese gran político
científico que fue Felix Klein. Fue Klein quien a lo largo
de años, ganándose la confianza del poderoso ministro
de Educación Althoff, convirtió a Göttingen
en el centro matemático más importante del mundo,
atrayendo a numerosísimos visitantes. Gracias a él
se crearon allí Institutos dedicados a cuestiones de física,
matemática aplicada y mecánica, aerodinámica,
etc. Weyl lo recuerda así: “Klein reinaba sobre nosotros
como un dios distante, ‘divus Felix’, desde arriba
de las nubes”.
Cuando en 1895 Klein impulsó el nombramiento de Hilbert
como catedrático, hubo quien le reprochó que traía
a aquel joven para estar cómodo y dominar la situación.
Su respuesta fue: “voy a nombrar al más incómodo
de todos”; y desde luego hay que reconocer que no tuvo
miedo a alguien que le haría sombra. Las excepcionales
condiciones que había en Göttingen explican cómo,
en 1902, Hilbert hizo algo inaudito en Alemania: rechazar la propuesta
de una cátedra en Berlín. En cambio, aprovechó
para negociar con el Ministro una plaza para Minkowski en Göttingen,
y tras lograrlo exclamó: “ahora somos invencibles”.
Volviendo a las etapas investigadoras de Hilbert, la siguiente
tiene que ver con diversas cuestiones de análisis, especialmente
los trabajos que conducirían al concepto de espacio de
Hilbert (introducido por J. von Neumann hacia 1930). El contexto
de libre discusión de ideas que existía en Göttingen
fue el origen de estos trabajos: en 1901 un visitante sueco expuso
en el Seminario Matemático las ideas de Fredholm sobre
ecuaciones integrales, que planteaban una analogía con
la teoría de ecuaciones lineales. Estas ideas dispararon
la productividad de Hilbert en una nueva dirección, absorbiendo
su atención hasta 1912. Desarrolló aquella analogía
considerando ecuaciones lineales en infinitas incógnitas
y varios tipos de formas cuadráticas, dando así
un gran impulso al análisis funcional y la teoría
espectral. Estas cuestiones se prestaban a múltiples aplicaciones
en física matemática, y cabe destacar el tratamiento
que dio Hilbert a la teoría cinética de los gases,
a la teoría de la radiación, pero también
su solución al problema de monodromía para ecuaciones
diferenciales lineales que había planteado Riemann.
Por estas razones, pero también debido al enorme prestigio
de Hilbert y a la productividad de Göttingen, ese círculo
de cuestiones del análisis funcional se convirtió
en una moda a nivel internacional. Con todo, según la opinión
de un experto en el asunto como Weyl, la mayor parte de aquellas
contribuciones fueron de valor efímero, y “no fue
cuestión de mérito sino un favor de la fortuna”
cuando hacia 1923 se descubrió que la teoría espectral
en el espacio de Hilbert era la herramienta adecuada para el tratamiento
matemático de la física cuántica.
Es característico de la completa personalidad de Hilbert
que a continuación dedicara su atención a problemas
de física teórica. Pero aquí también
influye el contexto: las condiciones privilegiadas de Göttingen
en estos temas, los largos esfuerzos de Klein por fomentar el
trabajo en matemática aplicada, y los intereses de Minkowski.
Hilbert impulsó el proyecto de axiomatizar las teorías
físicas y desarrolló resultados en física
matemática, pero también dedicó su atención
a problemas candentes de aquellos años como los del átomo
y la relatividad. En este sentido es bien conocido que en 1915
trabajó en competencia amistosa con Einstein sobre los
problemas de la teoría de la gravitación relativista.
Pero lo cierto es que, contra lo que se ha dicho, no hubo aquí
un descubrimiento simultáneo de las ecuaciones de campo
einsteinianas: la discusión con Hilbert sirvió de
ayuda, pero el logro fue enteramente mérito de Einstein.
La última etapa investigadora de Hilbert, ya a una edad
avanzada, fue su famosa intervención en la disputa sobre
los fundamentos: la formulación del programa de Hilbert,
que daba un giro realmente novedoso al tema. Las actitudes de
Hilbert sobre los fundamentos evolucionaron desde una preferencia
inicial por el logicismo de Dedekind
en los años 1890. Tras la primera Guerra Mundial, las críticas
a la matemática “clásica” planteadas
por Brouwer y Weyl le motivaron a intentar “eliminar
de una vez por todas las dudas escépticas sobre las matemáticas”.
Sin olvidar nunca el contenido conceptual de las teorías
matemáticas ni la importancia de la intuición, Hilbert
apostó por resolver el problema de los fundamentos combinando
la axiomática con la nueva lógica formal. Esto permitía
una formalización completa de las teorías matemáticas
conocidas, y el desarrollo de una teoría de la demostración
que consideraba las demostraciones como resultado de meras combinaciones
de símbolos según reglas formales prescritas. Ahora,
bastaba demostrar que ninguna derivación formal, ninguna
combinación de símbolos podía conducir a
la fórmula
y con ello quedaría establecida la consistencia de la teoría
formal estudiada.
El trabajo sobre este tema en los años 1920 fue esencial
para la maduración definitiva de la lógica matemática
y para el surgimiento de las teorías de la computación.
Fue una obra colectiva, con el gran lógico Paul Bernays
como colaborador imprescindible de Hilbert, y con figuras de la
talla de von Neumann realizando aportaciones originales. Es bien
sabido cómo la genial contribución de Kurt Gödel
en 1931 puso fin al proyecto de demostrar la consistencia de la
aritmética de Peano por medios finitarios. De todos modos,
la aportación del maestro y su entusiasmo lograron mantener
el rumbo del gran barco de las matemáticas: pese a que
las dudas escépticas nunca fueron exorcizadas del todo,
la matemática “clásica” siguió
gozando de la mejor salud. Además, no hay que olvidar el
poderoso desarrollo de la lógica matemática posterior,
ni sus decisivas aplicaciones tecnológicas en el mundo
de los ordenadores.
BIBLIOGRAFIA
L. Corry, David Hilbert and the Axiomatization of Physics (1898–1918),
de próxima publicación en Kluwer Academic Press.
J. Gray, El reto de Hilbert, Madrid, Crítica, 2003 (incluye
traducción de la conferencia de 1900 sobre problemas matemáticos).
D. Hilbert, Gesammelte Abhandlungen, 3 vols., Berlin, Springer,
1932, 1933, 1935.
- Fundamentos de la geometría, Madrid, CSIC, 1991. (Traducción
de la 7ª edición, 1930, por desgracia muy defectuosa
en el caso de los apéndices.)
- The theory of algebraic number fields, Springer-Verlag, Berlin,
1998 (traduc. de I. T. Adamson, introducción de F. Lemmermeyer
and N. Schappacher).
M. F. Rañada, David Hilbert, Hermann Minkowski, la axiomatización
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de la RSME 6 (2003), nº 3.
C. Reid, Hilbert, New York, Springer, 1970.
D. E. Rowe, Klein, Hilbert, and the Göttingen mathematical
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W. Sieg, Hilbert’s Program Sixty Years Later, The Journal
of Symbolic Logic 53 (1988), 338–348.
H. Weyl, Obituary: David Hilbert & David Hilbert and his mathematical
work, en Collected works, vol. 4 (nos. 131 y 132), 121–172
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Autor: José
Ferreirós, Universidad de Sevilla |
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