17
de agosto de 1601, Beaumont-de-Lomagne (Tarn
et Garonne).
12 de enero de 1665, Castres (Tarn).
Fermat nació el mismo año que
el siglo XVII y aunque sus contribuciones matemáticas
nunca fueron publicadas en vida, fueron de tal
calidad que la relativamente modesta difusión
que tuvieron entre la comunidad científica
europea fue suficiente como para que su siglo
le recuerde como uno de sus mejores hijos. Y
eso que el diecisiete fue un siglo pródigo
en matemáticos/científicos de
primera fila: Descartes, Leibniz,
Newton, Jacobo
y Juan Bernoulli,
Huygens, Galileo,
Torricelli, Cavalieri, Wallis, etc. La lista
se haría interminable. Y, como es lógico,
tanta materia gris no podía dejar de
producir matemáticas de primera calidad.
Tanta, que la producción del diecisiete
marcaría un antes y un después.
En el diecisiete la matemática se empezó
a consolidar como una ciencia independiente,
más o menos en las líneas que
hoy la conocemos. Fermat contribuyó decisivamente
a ello.
Además del álgebra, la geometría
analítica y el cálculo, otras
ramas de la matemática empezaron a cultivarse
en ese siglo: por ejemplo, la teoría
de números (en el sentido moderno) y
el cálculo de probabilidades. En esas
dos ramas, Fermat tuvo algo que decir. En teoría
de números, mucho. Hay quien le considera
el padre de la teoría de números
moderna. En ese terreno, su famoso Gran Teorema
(o Último Teorema como los anglosajones
le llaman) le ha dado la fama universal de la
cual era mucho más merecedor por sus
contribuciones al álgebra, a la geometría
y al cálculo.
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